Las palabras, las cárceles ,
la vida quebrada aquí
en un mustio, roído,
exhausto lugar,
esa vida que podría ser otra
y no lo será jamás,
porque un orgullo ciego lo impide,
eterno, inclaudicable,
sangrando los días
desquiciados ya,
uno tras otro,
como un delirio incesante,
la psicosis de la indefinida clausura
y el eterno retorno,
y mi carne presa
del juego macabro de los elementos
con nuestras precarias formas
que resignan día a día
la materia que inexorable se extinge
fagocitada por esta voraz
fiesta milenaria de la muerte.
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