No saber y ser conciente del límite,
de la nada que soy,
como respirar entonces
frente al mar de angustias
que nacen a torrentes
de mi absurda humanidad sitiada,
presa del extravío y de los cuerpos
que pululan en rededor,
asiento cada día la fé
en la reafirmación de la voluntad
que se impone al cuerpo,
a la materia que vivo,
pero es espantoso el dolor por momentos
de mi carcel individual,
el yo que intuye la multiplicidad
de la que no puede ser parte,
negado ontológicamente, y nada de ella...
su femenina redención,
la salvacion inhabitada, todo calla y sangra,
el espacio aborrecible que no te contiene,
el tiempo insano que estrangula mi piel,
mis huesos, que maniatados sostienen
una febril resistencia imposible,
que se crispa y recomienza
con tenaz abandono
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